La música es una alusión a lo imposible, su transposición en lo posible.
Ernst Jünger.
No sé ahora quién dijo que la música no existe hasta que es
interpretada, hasta que la escuchamos, y en cierto modo es verdad; pero a
mí me gustan las partituras, en muchos momentos de mi vida han sido
importantes por distintos motivos: el solfeo y la armonía, mis comienzos
en guitarra clásica, los primeros intentos de transcribir melodías que
se me ocurrían, la escritura de canciones con instrumentaciones que ni
sabía cómo sonaban, el ordenador, el registro de las canciones,...
Además, la partitura es como una trayectoria marcada en un mapa, pero
cada persona que la recorra, vive un viaje único y diferente. Así, la
partitura es una posibilidad ideal, abierta a infinitas versiones, pero
-es cierto- aún no vive, no respira... Hay vida más allá de la música
escrita, y un universo sonoro al que es difícil aproximarse en el papel;
por eso, aunque la partitura sea un itinerario, mientras se
recorre, hay que disfrutar del paisaje, pasar al otro lado del espejo:
es en el concierto o en la grabación donde se escuchan las respiraciones
del cantante, los dedos deslizándose en las cuerdas, la improvisación,
la imperfección...
Y como comienza el año, uno de mis buenos
propósitos es acabar mi primer disco (aunque lleve años grabando
maquetas, grabar mi disco, como un escritor sueña con escribir su
novela). Un disco: donde se oiga la respiración, donde se cuele el
sonido de los pájaros o de un coche que pasa, la guitarra de José
Manuel, la voz invitada de César Ruano,... Mientras tanto seguiré
hablando en el blog de mi relación con el sonido -palabra o música-, con
el sueño, con la vida: partituras, maquetas -del disco o no-, música en
vivo...
Partitura de una de mis antiguas canciones de juventud: Si hablo de ti. © Letra y música: David Luis. |